Montserrat 16 de junio de 2013
SOBRE LA OBRA
Acrílico sobre tela de 100×100 cm.
Y ESTO ES VIDA
En ocasiones es muy complicado que una imagen humana consiga una comunicación convincente sin enseñar el rostro. La mirada es siempre comunicación pura, el camino corto. Singular y única, muestra el yo del sujeto porque rara vez miente y nos caracteriza.
En este cuadro se da la paradoja, que es una de esas ocasiones en que la información y todo el dialogo que te propone la composición se alcanza sin el rostro.
Todos vemos al mirar su hastío, todos imaginamos sus ojos, haz crecer tú la imagen en tu mente y evitemos así, el pudor de su protagonista. Aliviemos su sufrimiento, que no su dolorosa realidad existencial. El mensaje es claro.
La postura no es casual, inapropiada postura de una señorita de bien, evidencian un cierto grado de cansancio y tranquilidad consentida, ese nerviosismo controlado, no es una posición aparentemente cómoda, No importa el frio, ese ambiente contagia peores cosas, el contexto no deja duda.
La paleta de color esta dominada por el carmesí, pero un carmesí hiriente, cutre, propio del lugar de tercera, inundándolo todo, dominador de la atmosfera con esa pobre iluminación generada en toda la escena por una bombilla roja, esa iluminación que durante años fue marca de los burdeles más cutres y casposos de cualquier ciudad.
No sabemos nada de ella, como si de cualquier cliente se tratase, no nos hace falta. Si le preguntas, seguro que miente, nunca te dirá quién es realmente, solo te contará su fabula, está en esa vida paralela a la que se ve empujada desde no sabe cuándo.
A veces piensa que porque ella, cree que no aguantara más, pero su aparente débil organismo lo aguanta todo, aguanta lo que le echen y más. Su cuerpo es duro, se encuentra constantemente en una de esas situaciones donde todos nos crecemos aguantando lo inimaginable, se sabe mal mirada incluso por quien la usa.
Es humana, es una persona, solo camina por su doloroso hastío, pero cada día, todo vuelve a empezar.
En el cuadro el centro es ella, la única y verdadera protagonista, sin rostro, habla todo su cuerpo, no es tampoco casualidad que el centro de la escena sea la proyección de su sexo, ese santo grial al servicio del pagador. La denigración al servicio del hombre.