Montserrat 24 de enero de 2015
SOBRE LA OBRA
Acrílico en tela de 130×82 cm.
El nido
En buen nublado, alcanzaron su “dorado” de posguerra
sin los versos de los cuentos, temblorosos de su hoguera.
Lecciones sabias de calle con migajas de una escuela,
aprendiendo hasta el pecado a escondidas de sus velas.
Eran jóvenes ahogados en los mares de miserias.
Pronto procrearan. Obligaban las creencias.
Luego años y más años, con más o menos paciencia.
Los que aparecieron, fugaces… Maduraron y volaron.
Ley de vida o” ley de Dios”, según cada uno entienda.
Menos mal que tiempo atrás, encontró el rincón sagrado,
en donde duerme ese cielo, y no cabe indiferencia.
Ahí el tiempo, ya no corre, se relaja y la espera.
Quien ha dicho que no viaja. Ella, siempre, siempre sueña.
Las estrellas, la contemplan, son las plantas en su selva.
Esa selva que ella cuida, porque habla y le contestan.
Es su mundo en singular. Donde solo habita ella.
Más, en su largo caminar, muchas, fueron ya saliendo
mientras, ella, y su pesar, cada día vuelven corriendo.
Pero un día, al mirar, miro dentro y se dio cuenta.
Ya no hay nadie que la espere, que la sueñe o que la sienta.
Ahora, sola se quedó, con los sueños de su selva. Ella
sigue sin cambiar. Más pausada. Con más tienta.
Sabe cerca su final. ¿Dónde están los de tan cerca?
Ella, sabe que al final, después de ella, no habrá selva.