AÑO

Montserrat 1 de mayo de 2018

SOBRE LA OBRA

Acrílico de 162×114 cm.

LAS MUÑECAS SÍRIAS

Dialogaba con mi amigo José Luis Iniesta, más que buen fotógrafo (por cierto), de como la “máquina infernal” arranco el protagonismo al pintor, al acabar con su monopolio a la hora de inmortalizar a alguien, a lo que yo, desde la pintura doy gracias.  La simple pose perdió sentido dando paso al retrato vivo,  siempre navegando entre las emociones, la humanidad de la reflexión y la sensibilidad de la mirada.

Se mira poco, la sensibilidad aterra y si se ha de sentir, muchos ya no saben ni de lo que hablas… y ahí se esconde el secreto del buen entender, independientemente de que en la mano tengas un pincel, una máquina de fotos, un libro o una partitura de música.

Reconozco que necesito a veces sentirme a contracorriente. Huir de modas, de lo común, de todo aquello que represente lo comercial, lo fácil. Lo esperado…

No concibo un cuadro sin fondo, sin mensaje. La verdad, es que me importa tres carajos que resulte un cuadro invendible por la supuesta dureza del tema, pensándolo bien, a Goya debió de pasarle algo parecido con el cuadro de los fusilamientos del 3 de mayo o con su serie negra.

La pintura no está hecha para decorar las habitaciones, es un instrumento de guerra ofensivo y defensivo contra el enemigo (lo decía Picasso), además, si Velázquez pinto “Las meninas” (otro genio), porque no me voy a atrever con “Las muñecas”. Si, ese va a ser su nombre. Bonita, triste y dura metáfora de la imagen, por Dios, si he dicho “bonita” debo tener fiebre.

Es un lienzo grande, 162 x 114. De entrada el caos. La metáfora debe hacer dudar de cuantas muñecas hay en la escena, cada niña lleva una, por lo tanto dos muñecas, o consideramos a las mismas niñas como inocentes muñecas y entonces en la escena hay cuatro… o cinco con la madre.

El escenario, el real. Ruidos, olor, caos…, las ruinas y los miedos generados por uno de los masivos bombarderos sufrido en cualquier ciudad, pueblo o aldea Siria.

Duro escenario provocado por el “hombre adulto”. Ese hombre culto, rico, poderoso y sobre todo deshumanizado, ese amoral que vive a miles de kilómetros y que siempre encuentra justificación para no dudar ni un solo instante en lanzar su brazo salvador, ese brazo generador de su  riqueza y de la pobreza del resto, generador de dolor incontrolado, sin el más mínimo atisbo de remordimiento por el daño generalizado entre inocentes iguales de especie.

El escenario sin las niñas no muestra empatía por nada, casi aséptico, solo ruina, polvo y destrucción. Pintura de amplios trazos sin degradados ni fundidos, sin sensibilidad, sin sentimiento, sin nada de humanidad, solo colores planos, gobernados por los ocres y grises, “dolor cromático sin esperanza” domina el polvo en suspensión. Esa es la atmosfera donde la luz y los rayos de sol han perdido todo su protagonismo.

Menos mal que en ocasiones la pintura es muda.

Las protagonistas…. Una, apoyada en segundo plano sobre el cuerpo sin vida de su madre, nota como su calor se escapa, se evapora sin remedio con su vida, ya no la protege. Ella llora desconsolada, desorientada, actúa como actuaria una buena madre, la que ya no está, actúa protegiendo lo que más quiere, quizás lo único que le queda, su niña de tela.

 

El mal llego del cielo y golpea. Como muchas otras, no tiene más remedio que madurar en su inocencia, asimilar la realidad de los fuertes. Ya nada será igual, adiós a toda su infancia, sigue en shock, pese a todo, su instinto protector, el que acaricio de su madre le hace abraza a su “niña”.

Colores pobres dominados por esa atmosfera polvorienta y sucia. En el lienzo su escala es próxima a la real 1:1 quiero el golpe, que te detenga, que te bloquee y te obligue a mirar.

Ahora la otra, es la auténtica protagonista. En primer plano, se sale literalmente de la escena, su escala mayor que la real, agrandada como la barbarie, se convierte en la metáfora de su verdad, su mirada te cuenta, no para de hablar, narra en primera persona, en tiempo real y en ese lenguaje universal que todo ser humano entiende. Esa es la clave.

Lo importante de esta historia no ocurre en los límites del lienzo, está ocurriendo fuera, solo ella lo ve y nos lo cuenta a su manera. Esta como ida, es responsable y protectora de su niña de tela, le tapa los ojos…

Y ahora tú. Si quedaste atrapado, se cómplice, sufre con ella, observa el “como” y luego analiza el “por qué” de la sinrazón. No es un retrato, es un desnudo de la sinrazón. Se te encoge el estómago…, si es así, no estas enfermo, muy al contrario, estas muy vivo, Igual lo logre, entraste en mi mundo.