AÑO

Montserrat 27 de julio de 2014

SOBRE LA OBRA

Acrílico sobre tela de 100×100 cm.

EL CAMINO

Hay momentos en los que necesitamos resetearnos, momentos donde  lo que buscamos y necesitamos es estar solos, solos completamente, para evaluar, mirar, buscar en nuestro interior, en cierta manera objetivarnos.

La soledad íntima a veces no es mala, es simplemente necesaria porque nos regenera, nos ayuda a analizarnos, en ella y con ella recapacitas, indagas y decides.

Que mejor, que un paseo por esas calles que te regalan compañía silenciosa, nadie chivara que pasaste por allí, nada más verte, saben porque las cruzas, porque las andas, esos lugares a los que solo recurres en los momentos precisos y necesarios. Todos tenemos nuestra calle, nuestra dirección, nuestro sentido, ese que nos hace pensar y evolucionar, ese que cambia nuestra escala, nuestro ángulo. Sabemos que crecemos, pero que duro resulta el aprendizaje.

A veces necesitamos olvidar todo, reconocer que no somos perfectos ni mágicos y pese a intentar ser geniales, a veces solo somos toscos, brutos o incluso carentes del amado sentido común. Necesitamos analizar todos nuestros fallos, a veces, la solución está en nosotros y no en lo que esperamos de otros. Quien no ha andado por su calle, esa calle que seriamos incapaz de definir y por la que siempre pasamos,…

Este cuadro nace de esas luces y esas sombras. Los motivos pueden cambiar, las luces reparadoras son siempre las mismas. Luces suaves, luces tenues, luces cálidas, tonos suaves, perdido en el color, con paso firme, como si supiéramos claramente donde ir y que recoger, si te cruzas con alguien ni lo ves, estas de tránsito, con tu yo, en ese placentero pero enigmático tránsito hacia el interior, hacia nosotros, buscando esa grieta que nos afecta, debemos repararla, porque si no, no habrá paz, esa búsqueda implacable de nuestra paz, paz interior, inalcanzable, inconformista, pero tan añorada y necesaria.

La vida es así, la felicidad se esconde en las ilusiones de cada día, en nada complejo ni socialmente caro, bueno caro sí, porque consume nuestro tiempo y ese sí que es muy caro, infinitamente más caro que el oro, ese tiempo que nunca recuperaremos, pero nada más.

Somos el remolque en el que se apoyan más de lo que piensan muchos, no me importa, ayudo a todo el que puedo y creo que se lo merece, lo demás creo que cada vez me importa menos. Lo siento.